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VERDI POR SIEMPRE

El mundo de la ópera es fascinante. Es una especie de laberinto del que no se puede huir ni escapar. Cuando te envuelve ya estás condenado a ser parte de él. La ópera desde sus inicios ha permitido recrear atmósferas, lugares, tiempos lejanos, momentos inolvidables; criaturas mágicas, personajes fantásticos y reales, instantes sublimes…Verdi fue uno de los principales culpables de que hoy pudiésemos gozar de estos fenómenos. Verdi, un creador de creadores.

Cuando casi todo lo concerniente a la lírica se desenvolvía entre el hiper virtuosismo vocal y la clara división de los números musicales de las partes recitadas, llega un gran innovador a la escena operística que le da un giro a esta costumbre: Giuseppe Verdi. Con la tendencia belcantista que arrastraba de sus antecesores Rossini, Donizetti y Bellini, Giuseppe Verdi embellece este belcanto, este bello cantar, para darle facilidad y ductilidad a la voz y así crear una armonía vocal para sus intérpretes. El canto permanece como el personaje principal pero ya su acompañamiento orquestal no es sólo eso sino otro protagonista más. Y lo más interesante de Verdi es poder gozar su desarrollo como compositor a través del tiempo. Sus primeras óperas tienden a unirse al pasado musical inmediato. Sus óperas intermedias, como su gran trilogía Rigoletto, Trovador y Traviata, denotan el deseo de florecer cada vez con más ahínco; y ya sus obras de la madurez nos muestran esa magistral conjunción entre lo vocal, lo instrumental y lo que expresa el libreto dando paso al verismo italiano tan bien representado por compositores como Puccini, Leoncavallo y Mascagni.

Verdi, Giuseppe Verdi. Un hombre humilde, de padres analfabetos que emerge de una vida cotidiana corriente para dar su toque de sabiduría, innovación y genialidad a la ópera. Verdi, un hombre que seguramente plasmaba en sus composiciones sus propios sufrimientos, sus desdichas, alegrías y amarguras. Sus melodías están plenas de colores y sensaciones las cuales describen las escenas cabalmente. Sólo con escuchar su música nos ubicamos en el lugar emocional que Verdi quería situarnos. Sus melodías están enriquecidas de finura, de impresiones de carácter muy definidas y de una gran belleza. Sus melodías son aquellas que se pueden recordar, memorizar y cantar. El italiano, un idioma perfecto para el bel canto, permite disfrutar cada sílaba, cada acento, cada vocal, cada consonante…y esto lo aprovechaba al máximo nuestro maestro para brindarnos esa mágica forma de contar una historia cantada.

Sus libretos comienzan a tener mucho más sentido de los que sus colegas y compositores anteriores proponían. Aunque no siempre acertaba al escogerlos, en sus obras principales logra cautivar al ensamblar el texto con el canto. Cuentos, leyendas y relatos de sucesos históricos y grandes obras de la literatura universal fueron los que prefería Giuseppe Verdi a la hora de ponerles música. Desde Shakespeare y Víctor Hugo hasta Alejandro Dumas hijo y luego pasando por las manos de importantes libretistas de la época como Francesco Maria Piave y Arrigo Boito, fue el recorrido que hizo que sus óperas cobraran un tinte especial. Historias de amor y desamor, de celos, odio, envidia, orgullo, ira, miedos por doquier; romanticismo pleno y amor filial, características de la vida con la que todos sufrimos o gozamos y nos identificamos. Historias que siempre han acompañado al hombre durante toda su existencia son las historias que a Verdi le apasionaba contar.

Giuseppe Verdi, además, se inmortalizó en Italia por contribuir al patriotismo y a la unificación italiana. “Viva V.E.R.D.I.”. Facilitó su apellido como sigla clandestina en la causa de emancipación de su país del Imperio austríaco. Y fue así como sus óperas Nabucco y Attila, por ejemplo, se convirtieron en un ícono de liberación exaltando el nacionalismo de su país. Las gentes al sentirse identificados con la trama de estas óperas cantaban por las calles los coros y partes de sus obras, y aún hoy se pueden escuchar esas cantinelas en muchos lugares de su tierra natal y del mundo.

Por todo esto es como podemos recordar a este gran compositor que cumple 200 años de vida. Sí, de vida. Porque Verdi sigue vivo entre nosotros. Su música lo hace estar vivo cada vez que ruedan sus compases en teatros, auditorios, parques y hasta en nuestras casas cuando ponemos un disco a sonar. Verdi por siempre. Verdi se eterniza en el tiempo. Verdi se ha convertido en un sello inconfundible. Sentirlo vivo y disfrutar de sus composiciones es una celebración. Estamos festejando su cumpleaños al llevar a escena sus obras para agradecerle el habernos dejado su legado musical. Sus óperas no pasan de moda sino que permanecen incólumes y cada vez más, se anclan como un clásico en la música universal y así mismo, desenmascaran al mágico, etéreo, exuberante y atrapante mundo de la lírica.

 

GISELA ZIVIC

Directora Ejecutiva-Soprano

Fundación Prolírica de Antioquia

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