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EL IMPRESIONISMO DE LA BOHEMIA

Una joven costurera, sencilla, romántica, dulce y delicada. Un poeta soñador, idealista y que cree fielmente en el amor. Una bella y coqueta cantante, desenfadada y alegre. Un pintor algo celoso y divertido pero irascible a la vez, van acompañados de un filósofo huraño y ceremonioso, y de un músico juguetón, ocurrente y jovial. Ellos son los protagonistas de una historia que ya es clásica en la música y la literatura: La Bohème.

La Bohème es una ópera que recrea y retrata a esa juventud que no piensa en el mañana y vive el presente a pleno, sin importar cuál será ese futuro desconocido para darle fuerza y crédito a todo lo que se disfruta a cada instante. La Bohème… la bohemia de esta ópera se muestra con gran calidez impresionista teatral, generando en nosotros unas atmósferas y ambientes que nos llevan al París de 1830 pero bajo la perspectiva de unos chicos que se divierten con la elección de vida que tomaron.

Rodolfo, Mimì, Marcello, Musetta, Shaunard y Colline nos introducen en un cuadro romántico, bohemio, realista, cómico y crudo que logró con gran maestría Giacomo Puccini con sus melodías sublimes, dulces, viscerales, sentimentales y llamativas. Pero de la mano de este magistral cuadro musical viene la creación de una ficción inspirada en vidas y hechos reales que supo plasmar con delicadeza el dramaturgo francés Henry Murger en su novela Escenas de la vida bohemia. Puccini y Murger, Murger y Puccini… se enlazan perfectamente para darnos un retrato especial de las vidas de unos personajes en los que nos podemos identificar, sufrir, disfrutar y amar como ellos.

Si hay algo que me inquieta en toda esta trama de historias y personajes es la sensación de saber que estamos representando y llevando a escena seres de la vida real, seres que existieron y tuvieron un recorrido especial por esta tierra, y que con obras maestras como La Bohème podemos adueñarnos de sus espíritus por un ratito y sentirnos ellos.

Mimì fue Lucille Louvet a quien llamaban con el apodo de Mimì y de la cual Murger se enamoró perdidamente. Rodolfo es el mismo escritor y dramaturgo, el mismo Murger dibujado en un poeta con ideales sin límites y que quiso plasmar en sus escritos lo que amaba de sus enamoradas en una sola mujer: Mimì, la dulce Mimì de bellas manos blancas. Marcello es la combinación de dos pintores de la época pero uno de ellos fue el francés Francois Germain Léopold Tabar quien efectivamente pintó un cuadro sobre El paso del Mar Rojo, como lo relata el inicio de la ópera. Musetta, se llamó Marie Roux y se cree que fue amante del pintor Tabar. Murió en un naufragio en 1863 en el buque Atlas yendo a visitar a su hermana en Argelia. Shaunard, Alexandre Schann, también fue músico y además pintor en la vida real e hijo de un señor dueño de una fábrica de juguetes. Colline, el filósofo, no se sabe si existió realmente, pero en uno de los capítulos de la novela nos hacen saber que es casado y que su esposa se la pasa muy ocupada organizando las comas de los manuscritos de su marido. En la ópera aparece como un ser solitario, adusto pero muy sensible.

Definitivamente La Bohème es mi ópera preferida y amada, que desde hace muchos años interpreto y canto, y logro apropiarme de cada nota y palabra. Es la ópera que todos nos merecemos al menos escuchar una vez en la vida para saber lo que es el verdadero sabor de la ópera y, sobretodo, el apasionante sonido de la ópera pucciniana. La Bohème es un plato exquisito para degustar, un plato único para no perderse.

 

GISELA ZIVIC

Directora Ejecutiva-Soprano

Fundación Prolírica de Antioquia

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